miércoles, 14 de agosto de 2013

Bea.

Como una segunda mamá”, lo suelo simplificar, para explicar quién es, quién fue, Beatriz. ¿Segunda mamá? ¿Tal cosa existe? Ponele que sí, pero yo no sé si Bea era eso. Era más que la mujer -y luego ex mujer- de mi viejo y menos que esa mamá del corazón. Tampoco era una tía copada. Beatriz era y aún es, un signo de pregunta que se abrió allá por 1991 cuando papá nos la presentó como su novia y que hoy, cuatro días después de su muerte, no se cerró.

La primera vez que la vi llevaba un piloto rojo, (que me hizo prometerme que "de grande" me compraría uno) y un paraguas del mismo color, el pelo prolijo, la ropa elegante, el perfume importado.

No parecía admitir muchas lecturas esta abogada cool de Buenos Aires, con su departamento en Las Cañitas, su francés, sus clases de Esgrima, sus amigos embajadores, sus cafés con medialunas en el bar Kaloi, su vinito blanco "bien frappé". Sus cremas, su París de Yves Saint Laurent, sus Roger & Gallet, sus relojes,  sus anillos. Sus taxis.  Su peluquero, su depiladora, su manicura y pedicura, su masajista, su cosmetóloga, su modista.
 
Y sin embargo no tardé en descubrir que con ella nada era tan simple o claro, ni "solamente".  Todo era un "sí, pero", un "no, pero", un "bueno, pero"... Quería decir, quería sonreír, quería compartir, quería querer y quería dar, pero siempre -ya al final quizá por inercia-, algo quedaba en su bolsillo.

Durante la infancia yo era su "escritora preferida", o su "ratita valiente". En la adolescencia me convertí en su Amèlie, "siempre repartiendo amor". Una noche puse la mesa en el patio, cuando salió la miró maravillada y me dijo "Se le ve el amor".

Pero los 90 de repente se pusieron complicados. Y cuesta saber qué atribuir a la complejidad propia de la adolescencia, y qué a las dificultades de una mujer difícil que nunca tuvo hijos, para convivir de repente con tres -ajenos y ya creciditos.
 
Socialista con deslices retrógadas; amaba mis scones y budines pero me retaba por el lío en la cocina; feminista hasta la médula, se calzaba los guantes de goma para lavar los platos con traje sastre y tacos. Generosa y amarreta; abierta y escondedora; familiera pero recelosa de mi viejo.

Yo, a pesar de sus mil contradicciones, quería quererla simplemente. Pero también a eso se resistía. Conté por acá cómo el día que "me hice señorita" me entregó un pedazo de algodón sin mucha más ceremonia. No conté el día que me pegó y le dijo a mi papá que había sido al revés.  O el día que me dijo "Tu hermano es un ladrón". O los escándalos que podía hacer si le "comíamos" algo de la heladera. Cosas y cositas que hacían difícil descifrarla. Te llamaba y te decía "Hola nena?" y antes de que pudieras contestarle o preguntarle algo, arrancaba; "Bieeeennnnn! Me estoy preparando unos churrasquitos de cuadril, con una ensaladita, y un vasito de vino... " Y así -todo en diminutivo- bla, bla, bla, te relataba hacia atrás la semana entera. A veces se acordaba de preguntar qué tal te iba.

Así era Bea.

Hace unos 7 años se enfermó. Primero le extrajeron el tumor del colon. Al mes descubrieron que ya había células cancerígenas en los pulmones. Metástasis. Bea tenía un cáncer avanzado. Le dieron 18 meses de sobrevida, que ella convirtió en 80 y pico. Y digo "convirtió" porque nadie más que ella pudo asumir semejante actitud ante la vida.

Ante la evidencia de la muerte, decidió abrazar su existencia. Aceptó -no sin sufrimiento- que el matrimonio con mi papá estaba terminado, se aferró a Hebe y Tini -dos amigas de acero inoxidable-y a su trabajo como Defensora del Pueblo; encaró cuanto tratamiento y cirugía le tocó, hizo viajes laborales y de placer y conservó esa coquetería a toda prueba, incluso cuando eso incluyó una peluca.
Cuando defendí mi tesis en la facultad, venía de estar con ella en la Clínica Favaloro, donde en una operación cruenta le extrajeron un tumorazo de uno de los pulmones. Le llevé una cremita de caléndula, para que no le quedaran cicatrices. Y ella me pedía que le pusiera la de párpados, el agua termal y todo lo demás.

Faltaba poco más de un mes para mi casamiento, y ella ya se había mandado a hacer el traje.. Confiaba de verdad en que iba a estar ahí. No fue agradable oírla llorar al teléfono a la salida del Civil, postrada por el dolor de la cirugía. Pero creo que fue lo más quejumbroso que le oí en todos estos años. Y mirá que tuvo con qué hacerse la víctima.

A fines de abril el año pasado algo se iluminó en su cara cuando almorzando al lado del mar le dije que había un bebucín o bebucina en camino. A su manera expresó la emoción. Con más palabras que actitud corporal. Pero como la conozco -la conocía- sé que estaba de verdad emocionada.


La semana que esperábamos a Tomás se instaló en Buenos Aires, encerrada entre cuatro paredes para protegerse del calor. Se volvió sin la buena nueva porque el pequeñín se tomó siete días extra en la panza.

Los últimos meses, puedo afirmar que lo único que le hacía olvidar su propio ombligo era "Tomasito, el bomboncito". Lo llenaba de regalos, y -ya en cama, con tubo de oxígeno- planeaba un gran evento para presentárselo a su familia.

Durante años lloré una y otra vez con los pronósticos médicos que Beatriz se empeñaba en desafiar. Hasta que, como dijo un amigo en el cementerio sábado, logró convencernos a todos de que ese día nunca iba a llegar.

El viernes 9 de agosto  por la mañana mi papá, el hombre de su vida, sentado al lado de su cama, la vio irse dormida.

Se fue, y nos dejó cosas. Nada por escrito, por supuesto, porque ella seguía empecinada en que se iba a levantar, para  reformar la cocina, como me había dicho, hacer la reunión familiar y comprarse un cero kilómetro, entre otras cosas.

Lo que nos dejó hay que rastrearlo en nuestros seres. Seguramente, como dijo Pablo, nos va a llevar un tiempo saber qué lugar ocupó Bea para cada uno de nosotros.

A mí principalmente me dejó un modo feminista de ver el mundo,. De chica la acompañaba al Centro de la Mujer Maltratada, donde era voluntaria, agarraba sus libros sobre movimientos de mujeres y miraba su foto con Alicia Moreau de Justo. Nunca me voy a olvidar que donde mi papá, desde Tribunales, investigó a un Loco de la Ruta, Beatriz destapó una red de trata de mujeres.

Me legó también su coquetería,  con esa fe ciega en las cremas y la pasión por la pilcha. El buen comer, que ya me había inculcado mi mamá pero que ahora incluía sabores nuevos; la costumbre de caer en casa ajena siempre con algo rico, algún regalito o ramito de flores. ...Esta tendencia a decirlo todo en diminutivo.

Un piloto rojo furioso que no olvidé comprar, y la enseñanza de que siempre hay tiempo para optar por la vida, mientras dure, hasta el último día.


Feliz miércoles, muchachada.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Iluminada



Porque sí, o porque postea cuando, cuanto  y como puede, y le pone grandes palabras a la maternidad -sin forzar que cierre el sentido-, porque transita un período muy parecido al mío, porque se hace preguntas, porque de a momentos nos sentimos en nubes vecinas... porque se mudó hace un año también, y en el cuarto de Jana hay un árbol de Enamorada del Muro como en el de Tomás y en la cocina banderines de Lou, como en la mía... porque ilustra la gran Seel... Por todo eso hoy me di una gran panzada en el blog de Brenda, Iluminadas Tres.

Les dejo algunos posts que me llegaron mucho:

El amor, el amor

La mujer pulpo

Tan lunes

Y esta frase:

 Creo que lo mejor es ser uno mismo y punto. Confiar en uno. Tratar de no perderse y si pasa, volver a eje con la forma que uno quiera (o pueda). Y ponerse en el lugar del otro, eso cuenta -y ayuda- siempre respetando sus zapatos -los del otro-. A veces una (yo, por ejemplo) en momentos tan bisagra como puede ser el embarazao o la maternidad no necesita saber qué, cómo o dónde hacer impecable o mejor tal cosa, tal vez solo baste con un abrazo, un "aca estoy", un llamado o un lindo mimo.

 Feliz miércoles muchachada linda,

c.

jueves, 1 de agosto de 2013

el lado luminoso.



1° de agosto. ¿Alguien me cuenta cómo llegamos hasta acá? ¿Cómo, cuándo fue? Miro para atrás y me encuentro que ya van casi 6 meses desde que volví al trabajo. ¡6 meses! Hasta hace dos, volvía puntillosamente todos los mediodías a amamantar a Tomás, sin mucha conciencia del cansancio que venía con la suma de esos encuentros vespertinos.
6 dientes, un "Babababaá" y un incipiente gateo marcha atrás acreditan que mi chiquito creció. Está en ese momento justo en que no es un bebote ni todavía un niño.
La intensidad de la oficina de a momentos abruma. Fantaseo con vacaciones. La rutina por momentos me inquieta. El mal dormir definitivamente me tiene a mal traer.


1° de agosto. El día de la Pachamama que siguió a una noche con muy poco sueño lo empecé cambiando a Tomás en automático, con apenas media sonrisa, poniéndolo a la teta casi para comprender que medio ya fue, diciéndole a Pablo "No puedo más"; cerrando la puerta de casa mientras mi bebé me seguía con la mirada, yendo a sesión con mi genia Laura café con leche de por medio en Bar Oriente; comprando de camino unas suculentas para la oficina y otra más grande y rosada para casa; averiguando por los jazmines para cubrir de verde y perfume la terraza.

En mi muro de Facebook me esperaba este regalito de mi marido hermoso, con esta imagen de Sil Baylac y la frase: "Para mi amor y su esfuerzo diario!"

 
En Gmail me esperaban unas líneas de Vero que me llenaron de ternura, mientras ensanchaban mi sonrisa:

 Qué requetelindo verte ayer, qué bien me hace verte amiga!!! Sos pura paz, más allá de todo  lo que puedas llegar a esta viviendo, de "inquietante", por así llamarlo. GRACIAS por ser siempre una palabra de aliento y una mano así enorme!!! Te quiero mucho mucho!!!

Gracias, hermosos seres que me rodean, por recordarme el lado luminoso de mi vida cuando me nublo. Gracias Vero, gracias Laura, gracias Sil, gracias mi Tomi, gracias amor de mi vida y gracias Chet por esa increíble voz.

Feliz día de la Pachamama, muchachada!

c.

(La mamá que necesita ser apapachada)

martes, 23 de julio de 2013

un minuto.

Wild horses, couldn't drag me away
Wild wild horses we'll ride them someday
Wild horses, couldn't drag me away
Wild wild horses we'll ride them someday

Hace algunos meses,  cuando acababa de nacer Tomás, mi papá y mi hermana tuvieron un accidente grave en la ruta. La camioneta dio varios vuelcos, y quedó arruinada. Ellos salieron ilesos. Nunca les hablé de esto. Si hoy se me llenan los ojos de lágrimas al escribirlo, y se me hace un nudo en la garganta, imaginen cómo fue mi sensación al enterarme de esto horas antes de recibir al 2013 con mi hijo en brazos. No sé si alguna vez pude digerir del todo lo que les pasó ese día.
Y ellos no se hicieron un rasguño. O sí: uno. Eso fue todo. Yo pasé de la tristeza al enojo. Me mortifiqué una y otra vez pensando en esos momentos de suspenso buscándose para comprobar si estaban bien. Descargué mi bronca con ellos. No se los perdoné por un buen tiempo.

A mí también me tocó ver de cerca la muerte. Tampoco les hablé de eso acá. Porque una oculta lo menos luminoso. De lo que una no quiere hablar, no habla. y muestra lo que puede cuando puede. Fue en aquella cabalgata por Tucumán, en 2010, unos meses antes de casarme. Avanzábamos con un grupo de apenas conocidos a muchos, muchísimos metros de altura. Mi caballo de repente aceleró su galope en bajada, hizo un sacudón y me tiró al piso con mucha fuerza. Entonces caí de cabeza; después perdió al equilibrio, y lo vi venirse encima mío. Oí el alarido de la chica que venía atrás. Y alcancé a pensar "Así es cómo termina todo". Lejos de todo y de todos.


Después el caballo recuperó el equilibrio y yo no le di a ese evento la importancia que tuvo hasta hoy. Lloré tres lágrimas de espaldas al grupo mientras algunas vacas me seguían con la mirada y después me concentré en superar pronto el miedo para poder seguir a bordo de ese mismo animal por dos días más, escalando rocas, cruzando ríos y bordeando precipicios. Me ofrecieron cambiarlo, pero algo me decía que tenía que seguir montándolo, con dulzura y firmeza, y confiar en que me iba a llevar sana y salva de regreso.

Hace poco mi papá me confesó que todos los días recuerda esos minutos tremendos y que a la noche se despierta sobresaltado. Entonces le hablé de la certeza de que la vida puede irse de un minuto al otro. De lo puta que es esa certeza y de lo maravillosa que puede resultar.

El famoso cristal con que se mire.

En las últimas 24 horas recibí dos noticias. La muerte inesperada de una compañera en el terciario donde enseño y el esperado nacimiento de Valentina (de quien sí les hablé): la hija de mi compañero, que tuvo una gestación tan difícil que durante meses me hizo cruzar los dedos, temer un poco y agradecer una y otra vez por la salud de mi pequeño.

De un minuto a otro podés traer una vida al mundo, o perder la propia.

Y ante esa certeza, ¿qué vas a hacer?


Con Pablo estuvimos haciendo algunos planes, de los que espero hablarles pronto. Entre tanto, sigo con la idea de domar el caballo que me tocó, de alimentarlo, cuidarlo, confiar en él, y entregarme a la travesía.
A veces me sale mejor que otras, es cierto, pero nadie puede decir que no lo intento.

viernes, 19 de julio de 2013

mate para cien.

Sus inspiradoras para arrancar la semana, la musiquita que te recibe y te acompaña mientras la leés; su mundo interior hecho top five, la alegría que llega desde Bélgica; sus increíbles colores y texturas,  sus aventuras londinenses, con inteligencia y lujo de detalle, sus repuncheos de blog (con un beak que oh no!), su ojo cazador de belleza, sus eternos nuevos descubrires, la ternura de sus comentarios, su buen gusto y generosidad, sus pliegues de papel y miel; sus aventuras de mujer casada con hijos por Italia; sus aventuras de mujer casada sin hijos por el mundo; sus ocurrencias hechas dibujo, todo ese mundo interno volcado en una sola toma, esa visión tragisensicómica de la vida, sus confesiones de madre primeriza y reincidente, las comiditas con gustito a sano, la estética misma hecha blog, sus compendiums de azúcar, su varita dándole un toque mágico a todo, su reversión chic de la moda que nos fascina, su presencia itinerante pero poderosa, su stand up blog, sus ríos de tinta y creatividad, su sensibilidad de osa, el arte para todos y todas, el poder de una mirada, el poderío de la China hecho post, el condimento picante y platense, esta loca linda locamente enamorada de su Inge, el dar y recibir con colores y simpatía, una genia creativa y artesana, un feliz hallazgo reciente..

Todo eso, y más y más y más y más y más hace un mundo de amigas que los dedos de la mano no alcanzan a contar. Porque además de todas ellas están las que no trasmiten su vida, simplemente y humildemente, comparten con nosotras -las que sì trasmitimos- nuestras aventuras y desventuras. Ustedes saben bien que a veces no doy crédito a la generosidad de sus oídos y la bondad de sus palabras.
Ustedes están ahí siempre, increíblemente, conociendo de mí más de lo que conocen personas que me ven a diario.
Ustedes me alientan en los desafíos, me apapachan cuando ando más caída y celebran conmigo la felicidad cuando se muestra.
Pero sobre todo me aportan cosas nuevas abriendo cada una ventanita y dejándome espiar a través de ella.
Otra que té para tres.
Hoy hay mate para cien.




Muy pero muy feliz día. Ustedes lo merecen, muchachada amiga,

c.

jueves, 18 de julio de 2013

catch up.

Últimamente quiero postear mil cosas y no materializo ninguna. Este eterno presente en que me sumerge la maternidad, un presente que todo el tiempo propone algo nuevo, supera el ritmo de mi cabeza, que corre con la lengua afuera a ver si puede apresarlo. La mayor parte de las veces no lo logra. Mi corazón por suerte sí.
Así que sólo les cuento que mi chiquitín cumplió sus 7 meses y se zambulló de lleno en la angustia del octavo mes. Entonces cada vez más seguido esos ojos brillante se nublan un poquito, y la boca deshace su habitual sonrisa para dibujar un puchero...

Nos necesita mucho ahora, y ahí estamos:







Ya hará catch up mi cabeza. O no. Ya haré yo un catch up con ustedes. Eso sí, prometo.

miércoles, 3 de julio de 2013

cuando nace un papá.

En nuestra primera charla a solas, recuerdo que me dijo "Lo más importante de mi vida es mi sobrino". Se refería a Pedro, Pepo, Pepi, que hoy tiene.. 23 o 24, es músico, desparrama luz. No lo supe inmediatamente, pero semejante declaración sólo podía venir de alguien con un gran corazón, muy espacioso, donde podíamos caber Kathy y yo también, y más tarde un Rolfi, y después -por qué no- un Tomás. Es como dice Michelle Obama: "Fijate cómo es un hombre con las mujeres, los perros y los niños y lo sabrás todo sobre él". Mi Pablo apueba estas asignaturas con un Muy Bien 10 felicitado. Esa noche fría de 2007-sin saberlo- estaba eligiendo al futuro padre de mi hijo.


Otra noche, menos fría, cinco años después, nos encontraba sentados uno frente al otro, compartiendo una bandeja de sushi, manteniendo un diálogo muy parecido a éste:

-Yo siempre supe que quería ser papá... No sé... desde mis 13 años. Sólo me faltaba encontrar la persona justa.
- Yo en cambio nunca fantaseé demasiado con ser mamá, me dieron ganas a partir de nuestro amor.

No sabíamos que un diminuto Tomás estaba en mi panza, testigo mudo de nuestras palabras.

Ahora bien, por más ganas que tengan a los flamantes papás les cuesta sintonizar con su paternidad. Vos te esmerás en hacerle sentir las pataditas, querés que experimente en carne y hueso tus cambios, querés que su cabeza procese las mismas cosas que la tuya, lo inscribís en el mailing de BabyCenter, le compras un libro de Sinay y lo integrás en el curso de preparto.... Hasta que descubrís que la experiencia completa por ahora es tuya. Y si tenés  mucha suerte, con un poco de voluntad, dedicación y -sobre todo- altas dosis de amor, él va a hacer todo su intento por ponerse a la par.

Recuerdo un diálogo camino a la playa

- Ahora hay que parar a comprar pañales? Ahora hay que darle la teta? Cuánta vuelta! Vamos a llegar cuando baje el sol.
- Hacete hombre querés?!

Lo dije desde las entrañas, con intención de hacerlo reaccionar, con un poco de crueldad. Y aunque no creo que haya sido exactamente por esto,  a los pocos días tuvimos un nuevo nacimiento: el de Pablo como el mejor papá del mundo. Con un cariño, una dulzura y una paciencia que me generan admiración.
Una tarde hizo pim- pum- pam y bañó al bebé él solito, otra tarde se lo calzó en la quepina y se le animó a la plaza, una noche se apareció con el kit de alimentación -mamadera, Sancor Bebé-, por las dudas mamá no diera abasto con la teta. Otra noche se puso el delantal e improvisó el primero de muchos woks. Y otra me dijo "Dormí que yo me ocupo".. Y entonces,  cuando quise darme cuenta, estaba criando a mi primer hijo con un verdadero compañero. Al punto que pienso que muchos bebés sólo registran a sus mamás porque los papis no se esmeran por que las cosas sean de otra manera.

Me encanta verlos. Juntos brillan más que el sol.

 
Te lo dije el Día del Padre al despertarte, te lo repito ahora: Sos el mejor papá del mundo.