jueves, 19 de diciembre de 2013

laura.

Lo que me acuerdo de las primeras veces es ese olor a lo de mi abuela. Que después con los años se fue o yo dejé de sentir. Laura me decía que era algo del trigo que procesaban cerca de ahí. No sé. Para mí era olor a lo de mi abuela. La conocí en pleno verano de 2008. No me sentía bien. Fui a visitarla casi en tándem con un homéopata. Me encontré con su metro ochenta, su pelo largo hasta la cintura, su sonrisa, sus vestidos combinados siempre con sus aros y un un par de zapatos distintos, con la condescendencia que necesitaba para mí después de años de castigarme, exigirme, enojarme sólo conmigo misma y angustiarme. Laura me dijo que así como era estaba bien. Que no hay nada mal o bien en el sentir. El sentir simplemente es. Desde el primer día captó que mi amor por Pablo era profundo, que tenía que ser y que yo quería que fuera. 
Laura recibió a un proyecto de adulta sobreadaptada, que durante muchos años había transformado en migrañas y llanto sus dolores internos. Que no quería huir de lo difícil, de lo adverso, sino por el contrario enfrentarlo, para llevarlo consigo o soltarlo. Ella supo ver eso, y se  lo agradezco tanto. Porque ahí donde alguien te podía decir "Salí de ahí" o "renunciá", ella veía mi necesidad de encontrarle la vuelta a las cosas. De superarlas para capitalizarlas y seguir, más fuerte, con una nueva experiencia en mi valijita.
Sí, ella afiló mi tenacidad.
Así fue que el patito feo que llegó desahuciado y muerto de calor una tarde de enero, meses después eligió dónde quería trabajar, consiguió ese trabajo y dijo "chau" con la frente alta y una sonrisa a ese empleo que por mucho tiempo la había hecho infeliz.
Semana tras semana, sentada frente a mí, me obligó a embarrarme las botas. Y en ese lugar donde sí, quería salir corriendo para no ver, para que no doliera, me sostenía con dulzura y firmeza, me hacía quedarme, ocuparme. Mierda que me hizo transpirar en más de una sesión, aunque siempre con la delicadeza de no soltarme hasta verme sonreír.
Salvo alguna excepción cada vez que llegué triste, angustiada o preocupada, me fui contenta. Con ganas de comerme el mundo. Viéndolo todo más bello. Derecho a la florería, a la tienda de ropa, o a comprar algo rico para la cena. O todas esas.
Cuando llegué vivía sola con Kathy. Ella me vio mudarme con Pablo, recibirme, cambiar de trabajo, escuchó las peripecias de la convivencia, nos recibió juntos; decoró el consultorio con los regalos que le traía de nuestros viajes; vio mi anillo al regreso de Nueva York; acompañó los preparativos para nuestro casamiento... Y a los pocos meses, cuando yo aún creía que la maternidad era para otras mujeres, o para un versión futura mía, aguda como siempre, me interrumpió para decirme:  "Ceci, estás hablando de tu propio deseo de ser mamá". Me hizo poner colorada. Y sí, un año después le contaba que esperábamos un hijo y lloramos juntas de emoción.
Siete meses después trajo toda su luz de visita a la clínica.
Nunca tuvo problema en cruzarse a mi sillón y abrazarme, o tomarme la mano con su dulzura. Tampoco en elogiarme alguna pilcha o zapato. Nada nunca interfirió en nuestra relación analista- paciente. Incluso desde que nació Tomás tuvo la amorosa idea de atenderme en Oriente, un barcito cerca de casa. Ella dice que tiene que ir para ahí los jueves a esa hora. Yo le concedo el beneficio de la duda, porque si algo supe con Laura es que su dar es verdadero, genuino, sincero hasta las últimas consecuencias.
Nada que pueda decir acá, después de 6 años, puede ser fiel a lo que fue, y es ella. Ni a nuestra relación. Ni a todo el crecimiento que acompañó.
Laura es más que una analista. Es esa generosidad, pero también la calma, la comprensión en la mirada, la sagacidad, una sensibilidad infinita, un sentido del humor único. Es ese teléfono abierto a toda hora.
Hoy, sentadas una frente a la otra, con dos cafés con leche en el medio, yo era una mujer de casi 33 años, madre de un hijo de un año, con casa propia, familia, un gran empleo. Pero cuando me recordó que nos despedíamos hasta dentro de 4 meses no pude evitar largarme a llorar como una chiquita desconsolada.
- Es más que este espacio- le dije- te voy a extrañar, Lau.
- Y yo a vos- me dijo ella.

Y nos abrazamos mucho. Y se fue, zarandeando ese hermoso pelo. Y yo seguí llorando un rato más.

11 comentarios:

  1. Que lindo post Ceci... que bien expresas todo y la relacion con Laura... dan ganas de conocerla y tenerla como analista y amiga!
    besos

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  2. puff qué bueno haber dado con una profesional/persona así!
    y esa bella forma de contarlo todo... besos

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  3. Ojalá Laura lo lea...
    Qué bueno dar con alguien así,Ceci!
    Otro bello post...♥

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  4. Uf! Ceci yo este año terminé 15 años de análisis porque era su tiempo y me pasó en la ultima sesión de pensar y hablar la que era cuando llegue y la que soy al salir... no se puede creer!
    Además lo pienso del otro lado (porque soy analista, ji) y muchas veces pienso que tengo el trabajo más lindo del mundo :)
    Un beso
    Ana

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  5. Puede ser que me hayas hecho llorar hasta contando tu relacion con tu analista????
    Ceci, son TAN linda. AMO leerte. AMO emocionarme con tus relatos!
    SI no llegamos a leernos antes, te deseo una linda Navidad y un excelente año.
    Besos linda!
    Mechi

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  6. Provocaste la llorada épica del año. Decile a Lau que le agradecemos que te haga tanto bien.

    Se va de viaje o te dio un mini-alta?

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  7. Que poder tenes Ceci para llegar hasta el fondo del alma escribiendo! Tu Laura se parece a mi Cecilia y leyendote me aparecio una imagen tan vivida que me puse a llorar...hace 13 años y medio, sanatorio, dia siguiente al parto de mi primer hijo, entrada al quirofano de este primer hijo, me acuerdo que sentia que no me iba a enterar del resultado porque me iba a morir antes del dolor y el miedo...llanto...mucho llanto...y aparece ella...solida, de fierro...sin hablar...solo ahi, conmigo. Asi transite las tres horas mas eternas de mi vida. Que bueno que existen los analistas porco ortodoxos! Beso

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  8. Hola Ceci un post profundo hasta la médula, Laura...un ser increible! LLoré tanto que tuve que ir a darme una ducha para calmarme.
    Preciso una analista que -al menos- tenga un poquito de Laura para encarar este año.

    un abrazo
    Z

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