de regalos y alas.

Uno de éstos.

Fue el último regalo que me hizo Pablo, así porque sí, hace tres días. Y una vez más me dejó perpleja. No porque una excursión a la farmacia para comprar remedios haya devenido en un casting de "secapelos", como dice él, para su chica -a ese tipo de cosas ya me tiene acostumbrada- sino porque tiene el don, o la particularidad de hacerme regalos que me dan vuelo.
Es difícil de explicar por qué un secador de pelo te da vuelo. Pero voy a intentarlo.
En primer lugar porque se inserta en una serie que incluye bici, Epilady, mi primer par de tacos, mi iPod, mi primera alhaja, un par de pasajes a Nueva York... Todos regalos comparables por eso de envalentonarme a parecerme más a quien quiero a ser, y no a lo que me dijeron -o yo creía- que era.
¿Se entiende algo?
Un día mi marido -por entonces flamante novio- fue a la bicicletería y no se volvió con un rodado para él. No. Él le dijo al vendedor "Deme dos", para que paseemos juntos. (Y puedo decir que lo hemos hecho, y mucho). Entonces yo, que nunca había pasado de ser peatona, al menos desde que vivía en Buenos Aires, me convertía de repente en una ciclista. Hoy mi bici tiene portaequipajes, canastito, luces, casco... Y me da la posibilidad de transportarme hasta mi trabajo sin más combustible que el de mis piernas.
Por otro lado, tengo una de esas mamás que nunca jamás fueron a la manicura, ni la dermatóloga, la nutricionista, ni mucho menos a la depiladora. Ella a lo sumo Gilette y a otra cosa Y yo jamás me había cuestionado si podía optar por algo distinto. Bien, ahí vino el Don a decirme que sí, que si quería podía extraer mis vellos de raíz, cosa que poco después me animó a ir a lo de la genia de Sofía, la chica me depila hasta hacerme sentir una reina.
Tampoco me creía quién -aún teniendo 27 años!- para usar tacos. Como mucho me calzaba un taco chino. Porque no, claro, imaginate con esta cara de nena, y mi look más bien informal, cómo iba a tener la osadía de subirme a un par de tacos. Cómo iba, después de todo, a animarme a mirar todo desde un poquito más arriba. Él no opinaba igual. y se apareció con esa caja gloriosa de Las Pepas que hasta hoy son mi comodín para cada fiesta.
Lo más paradigmático fue el viaje a NY. Entendés lo que es estar un día cualquiera en el trabajo, que suene tu tel y te digan: "Hola, te invito a Nueva York"? Bueno, yo lo recuerdo con la misma nitidez que la forma de la isla desde el cielo. Así de feliz.
No me creía capaz de encarar un viaje como ese o parecido por mis propios medios. Los que había hecho habían sido en familia, y los otros, más de cabotaje, o por trabajo. Alguien o algo me había hecho creer que no era merecedora de semejante cosa. Mi cultura del esfuerzo, mi verano tras verano preparando finales, alguna jefa acosadora. Una vez más: esa mamá que sueña con viajar pero lo más lejos que se aventuró fue a Brasil hace más de 20 años. (Bueno, y una vez a Beverly Hills por un amor que conoció online y duró apenas meses).
Después pude -con mi regalo de graduada + los regalos de casamiento- planificar mi primer aterrizaje en Europa. Y por suerte, aunque por momentos costó, ya me creía quien para hacerlo.
Pablo vino a decirme que yo puedo usar tacos, lucir cristales de Murano en mi cuello y un anillo de casada en mi mano. Que puedo hacer la fiesta de casada que se me de la gana, con la banda soñada, que no tengo que parecer la mujer loba si no quiero, ni salir con cabeza de pollito mojado, sólo porque mi vieja jamás usó cera ni secador de pelo! Que puedo transportarme con algo más que mis pies, que puedo remontar vuelo y conocer la ciudad que tanto anhelo, que si quiero un iPod, porque soy una fan de la música, puedo tenerlo...Me hizo dar cuenta de cuántas cosas merezco.
Sé -porque conozco qué clase de lectoras  pasan por acá- que no tengo que aclararles que esto va mucho más allá de lo material. Mucho más allá.
Lo material, los regalos, me sirvieron pare decirles que encontré un hombre que me mostró que puedo ser y tener todo lo que deseo y más. Un hombre que me da alas, y que les sabe hacer sana-sana cuando andan un poquito lastimadas.

Y ahora, cuenten qué o quién les da alas!