ya se está volviendo canción.

Un viaje en bondi. Creo que el 155. Aunque no sé, porque me parece que iba por avenida de los Incas. Entonces esa voz ínfima, casi huidiza, susurrando em mi oído una verdad que me hacía falta: todas las hojas son del viento. Menos la luz, todo está (todos estamos) a merced del viento. Después, querer saberlo todo sobre esa melodía que me acababa de enamorar, y llegar a Artaud. Y conseguirlo en Zivals, tan finito, tan verde. Tanta felicidad condensada en poco más de 20 gramos. Ida y vuelta a lo de mi analista por Belgrano, metiéndome a propósito por esa cuadra mágica de Arribeños, colorida y sin tiempo, preguntándome si ésta o aquella sería su casa, si ahí o acá habría compuesto estos 30 minutos de felicidad; cantar todas las letras camino a una nota con un compañero; el desafío de descifrar cada frase; querer saber más; devorarme este número histórico en un viaje a Mar del Plata, flashear, postear, postear y volver a postear.

Después, conocerlo a Pablo, y darnos nuestro primer beso cuando hizo sonar Ella también en mi guitarra.

Algunas semanas más tarde, con Durazno sangrando en su "apocalíptica" versión, saber con certeza que acababa de nacer mi amor por él.

Hace poco más de un mes: sus discos a grito pelado en nuestra casa. Los parlantes reventando No te alejes tanto de mí. La pregunta: Y después del Flaco, qué?

Ayer, unidos en distintos puntos de la ciudad por la misma tristeza, su mensaje de texto.

Ya se está volviendo canción, decía.

Hoy, entender por primera vez eso de que un artista es su obra.

Y alguien que un día, mágicamente -en un viaje en bondi, ponele-, sin que le hayas dado permiso, pero a condición de que le abras la puerta, se mete en tu vida y le imprime su huella para siempre.




Gracias, Flaco.

Quedándote o yéndote,
estás acá.